Sunday, May 13, 2012


SE REPETIRA LA HISTORIA?  COMO TANTAS VECES?

Las demandas paritarias de aumentos salariales del orden del 30% son coherentes con el objetivo de proteger las remuneraciones del intenso proceso inflacionario, pero inconsistentes con el equilibrio macroeconómico.

La etapa del “crecimiento fácil” luego de la gran licuación de costos que produjo la devaluación del año 2002 ha concluido. Con costos laborales que tiende a superar los niveles de la convertibilidad se hacen explícitas las consecuencias de no haber aprovechado este período de bonanza para tomar medidas que generen mejoras genuinas en la productividad de las empresas y la competitividad de la economía.

A diferencia de lo ocurrido en años anteriores, las paritarias encuentran hoy muchas dificultades. En varios e importantes sectores de la economía se observa que luego de varias rondas de negociaciones las posiciones aparecen casi inconciliables.

Por un lado, el gobierno y las entidades empleadoras aspiran a que las demandas no superen el 20% en el año, por el otro, la intención sindical es lograr aumentos más en línea con la inflación.

Considerando las sumas que se vienen pagando a cuenta desde fines del año pasado, o principios del corriente, más los incrementos porcentuales solicitados (superiores al 20%) los reclamos sindicales se aproximan al 30%.

¿Cuál es la razón por la cual en años anteriores las negociaciones eran simples y fluidas mientras que en la actualidad se muestran estacadas y difíciles de conciliar?

Para responder resulta ilustrativo analizar la evolución de los costos laborales (salario bruto más 28% de contribuciones patronales) medidos en monedas de otros países. Con datos del Ministerio de Economía y los institutos de estadísticas de USA y Brasil se observa que:

> El costo laboral en dólares (corregido por inflación mayorista de USA) era de US$ 521 en el año 2002 y de US$ 1.689 en el año 2011.

> El costo laboral en reales brasileños (corregido por inflación mayorista de Brasil) era de R$ 2.302 en el año 2002 y de R$ 2.837 en el año 2011.

> Comparados con el promedio 1996-2001, los costos laborales argentinos son un 8% más alto en dólares aunque un 47% más bajo en reales brasileños.

La información oficial muestra que, hasta ahora, la efectivización de las demandas salariales no presentó mayores resistencias porque se partía de costos laborales muy deteriorados como consecuencia de la mega devaluación. Pero la situación ha cambiado. Los costos laborales medidos en dólares ya han superados los niveles previos al año 2002, quedando sólo una brecha favorable con Brasil gracias a la fuerte apreciación de su moneda.

Un incremento del orden del 30% de los salarios para este año, como están solicitando la mayoría de los sindicatos, implicará que el costo laboral en dólares se ubique en niveles muy superiores a los de la década de los ’90.

Salvo que se acelere la devaluación del peso en cuyo caso también se aceleraría el proceso inflacionario y, con ello, las solicitudes de nuevas subas de salario. En el caso de la moneda brasileña, los márgenes son más amplios, pero hay que advertir que se acortan no sólo con el aumento de costos argentinos sino también con las devaluaciones que los brasileños vienen instrumentando.

La “etapa fácil” de la recuperación de salarios, luego de la profunda licuación producida por la devaluación del año 2002, se agotó. Fueron 9 años de grandes aumentos nominales de salarios que no colisionaban de manera decisiva con los equilibrios macroeconómicos básicos porque se partía de niveles salariales muy deteriorados. Además, jugó a favor de la Argentina el entorno internacional caracterizado por un dólar devaluado y un real brasileño que en la década que pasó se ha apreciado mucho.

La agudización de los conflictos en las paritarias explicita las consecuencias de no haber aprovechado este período –durante el cual las deficiencias estructurales de competitividad eran disimulados por la licuación de los salarios– para adoptar estrategias que incrementen la eficiencia productiva.

Frente al error cometido, la solución ahora no pasa ni por imponer, como sería el planteo oficial, aumentos de salarios por debajo de la inflación real ni, mucho menos, por acelerar la devaluación.

Cualquiera de las dos alternativas supone un ajuste en los ingresos de los trabajadores para compensar la baja productividad. El camino correcto es adoptar estrategias más imaginativas que combinen aumentos salariales con baja inflación sostenidos por la promoción de la eficiencia productiva.

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