Tuesday, May 22, 2012

Fuerte e importante advertencia por la caída del trigo

Según Daniel Miralles, una baja de 25% en la superficie de trigo, como se espera, empobrecería todo el sistema de producción. Su recuperación requería un largo tiempo. Las trabas comerciales afectan las decisiones de siembra. Las condiciones de clima y suelo son dispares, según la región.

Más allá de los pronósticos del clima y de la humedad presente en los suelos de cada región, para el inicio de la campaña cultivos de invierno, el trigo volvería a retroceder fuertemente en su área de siembra, afectado por las restricciones comerciales que traban las exportaciones. Según Daniel Miralles, docente de la Cátedra de Cerealicultura de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) e investigador del CONICET, la superficie de trigo bajaría entre 20 y 25%, respecto de 4 millones de hectáreas implantadas en 2011/12.

“Dependerá de las decisiones políticas estatales. Si se continúa con la intervención del mercado, entonces los agricultores sembrarán menos trigo, aun cuando existe una demanda mundial cada vez más creciente”, afirmó. Lo cierto es que el cultivo viene perdiendo unas 270.000 hectáreas por año, en la última década.

Como contrapartida, los productores optarían por sembrar otros cultivos de invierno, de los cuales la cebada cervecera presenta las mayores perspectivas de incremento, tanto para vender como malta, grano o forrajera. La cebada viene aumentando su superficie de siembra en unas 40.000 hectáreas anuales, en los últimos 10 años. Y para este ciclo se proyecta un incremento de 30% del área, para alcanzar entre 1,2 y 1,5 millón de hectáreas.

El investigador de la FAUBA subrayó que “el crecimiento de la cebada no representa un riesgo en términos técnicos, pero si en términos económicos porque el precio de la cebada forrajera no es esperable que se mantenga y, en caso de venderla como malta, hay cupos que están fijados por los contratos que se hacen con maltarías o exportadores directos”.

Según Miralles, “la caída del trigo tiene efectos negativos en todos los aspectos técnicos: los suelos tendrán menores períodos de cobertura, habrá un menor aporte de rastrojo, aparición de nuevas malezas (como rama negra) y un mayor uso de agroquímicos para el control de estas malezas emergentes”, por ejemplo.

Además, advirtió que la fuerte disminución en la superficie sembrada de trigo no se va a cubrir en su totalidad con otros cultivos de invierno, puesto que el crecimiento de la cebada representa menos del 20% de la caída del otro cereal. Por esa razón se induce que una gran cantidad de hectáreas va a pasar a implantarse con el monocultivo de soja.

“Este proceso acompaña el incremento de soja, que si bien puede aumentar el ingreso de divisas para el país por exportaciones, representa una estrategia a corto plazo. Un sistema con pobres esquemas de rotación, reducción de aporte de rastrojos y predominio de un monocultivo, redundará en un empobrecimiento de todo el sistema de producción en el mediano plazo”, apuntó.

“Las consecuencias de este escenario requerirán un largo proceso de recuperación en el futuro. Este aspecto debería discutirse seriamente dentro de los esquemas de proyección de las políticas agropecuarias para el país, ya que de no tomar conciencia de estos aspectos negativos podríamos llegar a una situación irreversible”, dijo.

“Esperemos que esto pueda revertirse en el futuro y que nuestro país vuelva a tener plena libertad de comercialización de los cereales que produce y que permita ir mejorando nuestra capacidad potencial de producción de los suelos, porque en este último aspecto vamos exactamente en el sentido contrario”, finalizó.


Por las lluvias, las condiciones para la siembra son dispares
Las precipitaciones del otoño permitieron que los suelos tengan una buena recarga de agua en la zona núcleo triguera, como el sudeste de la provincia de Buenos Aires. Pero en el resto de las regiones productivas la situación es dispar: En el centro-suroeste de Buenos Aires existen zonas con anegamientos e inundaciones, y el escenario se complica hacia el suroeste, oeste y sur de Córdoba, donde los perfiles aún no se recargaron por completo.

“Hay mucha variedad de situaciones”, dijo María Elena Fernández Long, investigadora de la Cátedra de Climatología y Fenología Agrícolas de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA), aunque señaló que, de acuerdo con la previsión de la tendencia climática trimestral realizada por el Servicio Meteorológico Nacional e instituciones como la FAUBA, se espera que las lluvias en el trimestre mayo-julio se encuentren dentro de los valores normales.

El mapa de agua útil (Ver figura), realizado con datos de superficie medidos hasta el 22 de mayo, ilustra en detalle la situación en cada zona del país. Allí se muestra cómo en el centro de la provincia de Buenos Aires, donde ya se habían recargado los suelos, las fuertes lluvias causaron perjuicios. “Por ejemplo, entre el 8 y 9 de mayo, en Bolivar llovieron 150 mm que recargaron por completo el perfil del suelo. Una semana después volvió a llover fuertemente, produciendo anegamientos e inundaciones en la zona. Esta situación complicaría el comienzo de la campaña fina”, apuntó Fernández Long.

“En el resto de la provincia de Buenos Aires, sur de Córdoba, sur de Santa Fe y sur de Entre Ríos, las precipitaciones del otoño permitieron que los suelos tengan una buena recarga de agua luego de un verano muy seco. La humedad en superficie no presenta limitantes en general para las labores de siembra. En cambio, en el suroeste y oeste de la región pampeana, noroeste de Córdoba y suroeste de Santiago del Estero, la situación se complica debido a que los perfiles aún no se recargaron y presentan falta de agua”, finalizó.

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