Wednesday, August 06, 2008

Scioli debería interponer un
río entre él y su Arroyo

POR GRACIELA FERNÁNDEZ

Si la relación con el campo no mejora y la inseguridad provoca complicaciones cotidianas, Daniel Scioli sólo puede recomponer su imagen desde lo social. Pero Daniel Arroyo no ofrece resultados fiables para la imagen del gobernador.


Daniel Scioli se encuentra en una situación muy incómoda. Mucho invirtió Scioli para convertirse en un personaje popular. Precisamente, la popularidad obtenida en su interesante autopromoción como campeón de una fórmula motonáutica que él inventó, le permitió -luego del accidente que lo quitó de las competencias- ingresar a la política.

Scioli continuó invirtiendo en su propia popularidad y consiguió una banca de diputado nacional, la Secretaría de Turismo y Deportes, la Vicepresidencia de la Nación y ahora la Gobernación bonaerense, desde donde la Presidencia de la Nación no resulta un destino tan lejano.
En febrero de 2003, Scioli era más popular que Néstor Kirchner; y cuando éste no tuvo candidato a gobernador bonaerense, distrito clave para el comicio de 2007, necesitó, otra vez, de la popularidad de Scioli.

Pero hoy día Scioli ha perdido popularidad. Scioli ha descendido al infierno de la impopularidad porque en una provincia agropecuaria, decidió enfrentarse a los productores que fueron no solamente sus electores sino también son sus contribuyentes. Scioli vinculó su destino político a los Kirchner, en parte porque necesita del dinero de la Nación para financiar el rojo bonaerense; y otro tanto porque creyó que los Kirchner triunfarían en el conflicto.

Desde que asumió en la Gobernación bonaerense, Scioli fue un diligente subordinado a los Kirchner. Por eso Daniel Arroyo es su secretario para las políticas sociales. Antes, Arroyo había sido el Nº2 de Alicia Margarita Kirchner en la Nación.
Días atrás, Scioli intentó, vía Débora Giorgi, un acercamiento con el campo, y se armó una 'operación mediática' a partir del diálogo con la entidad gremial Carbap, que fue rápidamente abortada (y mucho tuvo que ver Urgente24 con ese bloqueo, recordarán los lectores). Por lo tanto, todavía Scioli no ha recuperado su vínculo con los productores, y todo indica que habrá otro conflicto. Mientras tanto, la inseguridad acecha, en especial en el Gran Buenos Aires.

La violencia es muy grande, las fuerzas policiales no cuentan con la capacitación ni el entrenamiento suficiente, tampoco ganan lo que pretenden (y pagan de su propio bolsillo hasta las prácticas de tiro, el uniforme, el calzado...), y el sistema judicial es demasiado tolerante para una situación de crisis.
Scioli tiene otro obstáculo para recuperar su popularidad en esa temática.
Ni hablar con los problemas cotidianos de remuneraciones de los empleados públicos, de incrementos de la presión impositiva porque las cuentas fiscales lo requieren, de protestas porque no hay equipamiento hospitalario suficiente, etc.
El dilema es por dónde recupera Scioli alguna popularidad que le permita regresar a 'las grandes ligas', donde permanece Mauricio Macri, por ejemplo.

Probablemente las políticas sociales deberían permitirle resultados inmediatos e importantes. Sin embargo, Daniel Arroyo no entiende su responsabilidad por estas horas. Arroyo es tan inoperante que ni siquiera él se ha convertido en un personaje popular en una Buenos Aires con abrumadores bolsones de clientelismo.

El ex profesor de la Universidad Latinoamericana de Ciencias Sociales carece de carisma pero también le falta visión política.
Por ejemplo, reemplazó los bolsones de alimentos por su famosa tarjeta de débito VISA emitida por el Banco de la Provincia de Buenos Aires, con una autorización de compra mensual de entre $ 80 y $ 120, según el grupo familiar del beneficiario.

Pero resulta que la mercadería del bolsón de alimentos que distribuía Felipe Solá, antes que Scioli, hoy cuesta entre $ 250 y $ 300 al mes. Por lo tanto, frente al imaginario colectivo, Scioli es menos que Solá. Esto es así y no tiene vueltas. Lo dicen las miles de 'manzaneras' y 'comadres' distribuidas por toda la provincia de Buenos Aires, una fuera de influencia electoral poderosa.

Es cierto que Scioli no podrá regañar a Arroyo porque él ha sido un entusiasta de esa herramienta 'de plástico', por razones que no pertenecen a la política ni a la lógica de una economía inflacionaria, sino a otros ámbitos, probablemente no comprobables...
Por lo tanto, Arroyo no le dará más popularidad a Scioli que Carlos Stornelli o Ricardo Casal (uno, ministro de Seguridad; el otro, de Justicia). Por el contrario, Arroyo puede sumarle impopularidad a un Scioli que, precisamente, ya tiene suficiente impopularidad.
Y las políticas sociales son para sumar, no para restar.

Arroyo fue protagonista de la época de oro de Néstor Kirchner, pero tampoco sabe qué hacer en estos días negros. Su explicación de los 7 meses de Scioli: "Daniel Scioli está haciendo un cambio estructural en la Provincia. Uno puede administrar lo que hay, y llevarla más o menos, o puede intentar dar vuelta la Provincia. Creo que Scioli está gobernando el cambio".

Esa reflexión no convence pero responde a cómo razona Arroyo, un catedrático kirchnerista que ni siquiera fue capaz de pensar qué ocurriría con el monto de la tarjeta VISA si la mercadería subía de precio en una Argentina que no habla de otra cosa desde hace 2 años...
Por lo tanto, Scioli tiene decisiones que tomar. Él sabrá qué es lo más importante para él, de ahora en más. Y si pretende recuperar ese activo suyo que era la popularidad, o aceptará la pérdida a manos de los Kirchner y sus subordinados como Arroyo.

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