Sunday, April 12, 2009

Historias de campo para
los Kirchner, Scioli y el FpV
POR GUILLERMO RUEDA

Entre hectáreas y más hectáreas de desierto, que hasta no hace mucho eran tierras productivas para trigo, avena y ganadería, se entretejen testimonios de productores que, hoy, ya están afuera del sistema. Pero hay un sentimiento que los une: los campos no se venden, según un reporte testimonial que publicó el diario La Nueva Provincia, de Bahía Blanca.


"En la naturaleza no hay castigos ni premios, sólo consecuencias",Proverbio chino.


STROEDER, provincia de Buenos Aires (La Nueva Provincia). No obstante que a fines de este enero se desprendió de todos sus animales, Guillermo Krieger aún permanece en su humilde casco de 246 hectáreas en La Celina, cerca de Stroeder. Dice que se irá mañana, o pasado, o algún día de estos. No lo sabe.


Carlos Unngeschuck ya tiene fecha y destino: no pasará de los primeros días de este mes cuando ya esté instalado en Bahía Blanca, con su mujer y los tres hijos. Posee poco más de 500 hectáreas en Las Jarillas, a 25 kilómetros al sudoeste de Stroeder, un sitio con imágenes imposibles de concebir para un campo que llegó a producir 1.800 hectáreas de trigo.

Con casi 1.000 has. entre propias y alquiladas, Leandro Gross todavía tiene 30 ovejas --también en Las Jarillas-- de las que, si no se mueren antes, piensa desprenderse en los próximos días. Por de pronto, a fines de 2008 comenzó con la prestación de servicios en la zona de riego del norte del distrito. Contare una historia de productores genuinos que, probablemente, no vuelvan a serlo en lo que resta de sus vidas:

El último mohicano
Ya no existen los "días lindos" en el sur de Patagones, así como se entienden antes de salir a las ocupaciones laborales de cada mañana. Las jornadas de sol a pleno, viento y calor no son bienvenidas aquí, donde sólo han llovido 32 milímetros en lo que va de 2009. "Creo en Dios y rezo para que la situación cambie; todas las noches y todas las mañanas, pero no sé por qué El me castiga tanto".

Guillermo Krieger tiene 56 años, pero parece más. Está en el campo desde siempre, aunque hace casi dos décadas se quedó solo al frente de todo. Las 246 hectáreas pertenecen a cuatro hermanos, entre ellos él.

Desde el ingreso mismo a su casa, en un extremo del campo situado a 20 kilómetros al sur de Stroeder, las imágenes religiosas dominan la oscura escenografía, donde los hilos de luz se entremezclan con el rebelde polvo.

Hay reproducciones de la Virgen de Luján, que es la Virgen Gaucha; de Juan Pablo II con la frase "Padre, no me sueltes de tu mano amorosa" y de San Cayetano, con una espiga de trigo reseca que promete trabajo eterno. En otro rincón, una imagen impacta de manera diferente. Se trata de la obra Cosechando en septiembre, de Florencio Molina Campos.

"Lo mejor acá se vivió entre el '70 y el '80, con muy buenos rendimientos. Luego todo empezó a caerse y, a los factores climáticos, se sumó que la producción valía menos. En 2006, por ejemplo, sólo logramos 700 kilos de trigo (por ha.)", contó.

En estos últimos años, Krieger llegó a tener 100 ovejas y 30 vacas de cría. A fines de enero, debió desprenderse de los últimos bovinos, a un irrisorio valor de $ 200 cada uno. Para este hombre, separado, con dos hijas, Sandra (17 años) y Roxana (15), quienes viven en un campo de J.B. Casás y estudian en Stroeder, los días son todos iguales.

"Le saco la arena a los arados y a los alambrados; y espero, aunque no sé bien qué", dijo. "Sé que esto no se recupera ni aunque llueva. Por eso debo irme, pero no es fácil conseguir trabajo a mi edad. ¿Cuándo? No lo sé. Mañana; pasado. Un día de estos", aseguró. Algo sí tiene en claro este descendiente de los rusos-alemanes que llegaron a mediados del siglo pasado para producir en tierras inhóspitas.

"Al campo no lo pienso vender. Al menos por ahora, porque sería malvenderlo", dijo. En esta zona, antes de que cayera en desgracia por la falta de lluvias, una hectárea rondaba los US$ 1.500. Ya en 2007 sólo llegaba a los US$ 700 y hoy, con suerte, alguien puede pagar entre US$ 300 y US$ 400. Como es lógico suponer, a estos valores interesados no faltan. Tampoco quiere sacar un crédito, ni siquiera de los blandos que se andan gestionando por ahí.


"¿Para qué me voy a endeudar si no se sabe cuál será el futuro? No tengo deudas, y tampoco quiero tenerlas", indicó. Definitivamente, Krieger se ha transformado en el último habitante de un sitio ya desquiciado.

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